lunes, 19 de diciembre de 2011

El ebook, el papel, y el eterno dilema

Motivada por la última polémica que rodea al mundo del libro, de las editoriales, del autor, y de los ebooks, me he decidido a hacer una entrada en mi humilde blog para intentar acercaros a mi opinión acerca de todo este asunto. Es un tema peliagudo, de estos que consiguen sacar lo peor de cada uno, pero como yo soy muy pacífica, espero que consigamos llegar todos a un acuerdo.

Ante todo: amo la lectura. Los libros han sido y siguen siendo una de las partes más importantes de mi vida. He crecido entre páginas y letras, entre rimas y frases que me llevaron a mundos increíbles desde la más tierna infancia. Vivo rodeada de ejemplares, en mi estantería no hay hueco, por lo que los nuevos que van llegando tienen que conformarse con apilarse en diferentes zonas de mi habitación. Esto no cambió cuando me compré mi libro electrónico las navidades pasadas.

Yo era una escéptica. He pronunciado muchas veces la frase "no hay nada como el olor de un libro". Pero cuando me concedieron la beca erasmus a Alemania, y tras un par de meses allí fui consciente de que si quería mantener mi ritmo de lectura, necesitaba una alternativa que no pasara por destrozar mi espalda y mi tarjeta de crédito para poder llevar una maleta cargada de libros a través de las malvadas compañías de vuelos. Esas navidades, retorné al país de la cerveza con unos cuantos kilos menos, y unos cuantos libros más.

Lo primero que me sorprendió, fue la pantalla. No me habían mentido: la tinta electrónica no tiene nada que ver con las pantallas de ordenador. Años atrás había hecho intentonas de leer alguna cosa en el ordenador, pero sólo había conseguido hermosos dolores de cabeza. Con mi ebook, eso no sucedía. La vista se cansaba lo mismo que con un libro de papel: ni más ni menos. Lo segundo que me sorprendió fue la batería. Ahora, un año después, aún no me he encontrado en la tesitura de tener que parar de leer por no poder cargarlo. ¿Y si te lo llevas de viaje y no tienes un enchufe a mano?, me diréis. Pues bien, yo os diría que cuando vas de viaje, no te llevas una biblioteca contigo. La batería de un ebook dura lo suficiente como para leer el mismo número de libros que meterías en la mochila.

La mayor desventaja que le veo es la fragilidad. Yo no me lo llevaría a una playa, por poner un ejemplo. Acerca de este punto no tengo nada que discrepar: un libro no se rompe fácilmente, al menos no por caídas o choques.

Pero hay un problema, un problema a nivel mundial, y no lo podemos obviar. Los recursos son limitados, y al ritmo al que va la humanidad, terminaremos por exprimir al planeta hasta llegar a un punto de no retorno. Aunque duela, tenemos que renunciar a algunas cosas. No voy a mencionarlas todas, porque no vienen al caso. La que nos interesa aquí es el papel. Porque sí: el papel se agota. Infinidad de libros se anquilosan en las estanterías de las librerías, cogiendo polvo. Y no se para de producir.

Por eso ha surgido el nuevo mercado: el mercado digital. Claro que para cualquier gadget estás utilizando materiales que tampoco son los adecuados, pero por algún lado hay que tirar. El mercado digital ofrece un sistema de venta nuevo, más cómodo y sencillo. Nos encontramos en una de esas encrucijadas de avance de la historia, en la que un sistema por desgracia obsoleto tiene que renovarse o morir, pudiéndolo hacer dignamente o no.

Aquí en España, son las editoriales y distribuidoras las primeras en poner trabas al avance de la tecnología. Pero ellos no lo hacen por el olor de los libros. No lo hacen porque añorarían tener una casa llena de volúmenes. No. Lo hacen por el dinero, y eso es lo que más me fastidia. Vivimos en una era en la que todo intermediario se llena la boca con las palabras "derechos de autor". Culpan a la piratería, la señalan con el dedo. Desvían nuestra atención para que no veamos lo obvio. Que si lo digital gana, no pierde el autor, pierden ellos.

Pongamos por caso: un autor publica un libro con una editorial. El precio de venta ronda los 20 euros. Mucha gente ya ni se plantea comprárselo a ese precio. De todas formas, el autor, al final, percibe 2 euros por libro vendido.
Otro autor decide que está harto de tanta pantomima. Distribuye él mismo su libro por una plataforma digital. Pongamos que el precio del libro es de 6 euros. Triplica el beneficio, y al consumidor le sale unas cuatro veces más barato.

Obviamente, esto no es exactamente así: las cifras pueden variar, y el beneficio del medio digital puede no ser íntegro para el autor. Pero creo que podéis ver por dónde van los tiros.

No sé si me he conseguido expresar adecuadamente. Es posible que esta entrada no sea más que un batiburrillo de ideas, y que no se entienda claramente el objetivo. Pero necesitaba desahogarme.


PD: Y que conste que a mi vuelta de Alemania tuve que donar calzado, ropa y objetos para poder traerme a casa todos los libros que adquirí estando allí. En el fondo soy una romántica...