"Han hurgado en nuestro cuerpo, pero nunca podrán hurgar en nuestra alma"
[Antonio Vázquez (mi tío) dixit]
[Antonio Vázquez (mi tío) dixit]
Escuchaba unos pitidos que anunciaban lo que vendría a continuación. Mi corazón latía, con fuerza, inducido por lo que los médicos decidían. Sus palabras tranquilizadoras eran lo único capaz de convencerme de que no se saldría de mi pecho. Estaba consciente, escuchando todo lo que me iban diciendo, sintiendo todas las diversas fases de la operación. No es agradable sentir una taquicardia, pero cada minuto que el órgano latía a quién sabe cuánto por hora era un minuto que me acercaba al feliz final.
La segunda parte no fue tan llevadera. Notaba un leve dolor producido por los catéteres que circulaban por mi cuerpo. Y de pronto, el calor. Pensaba que hacía calor debajo de la sábana verde de textura plasticosa, pero no era ni una leve aproximación al ardor que sentí por todo el pecho cuando se produjo la ablación de la vía. Era soportable, por supuesto, pero nada agradable. La anestesia sólo hacía efecto en la zona de las piernas en la que me habían inyectado todo lo necesario. Debía notar el calor.
Antes de lo esperado, todo terminó. Y terminó cumpliendo las expectativas de éxito.
Ahora toca reposar y pasear.
Bye, bye, Wolf-Parkinson-White!